El Casar

Guadalajara, 2010

Una zona muy dura, marcada por veranos de 40º, mucho viento y poca agua, y un terreno con un fuerte desnivel, dotado de un suelo pedregoso y arcilloso, con solo una capa fina de tierra buena. Los condicionantes de este jardín, situado en el límite entre Madrid y Guadalajara, no podían ser más desafiantes. Sin embargo, sorprende su exuberancia y color. Los setos almohadillados y las matas de jaras muy recortadas proporcionan la estructura que enmarca una sucesión de floraciones que arrancan en la primavera y no cesan hasta el otoño: ríos de salvias, Allium, aromáticas, vivaces de hojas grises, lirios, sédums... Incluso secas, muchas de estas plantas resultan atractivas en invierno. Además, son resistentes a los conejos, condición indispensable en la región. A ellas se suman hierbas ornamentales que se mueven como olas impulsadas por el viento del sur y captan bellamente la luz del atardecer.

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